María…

Él abrió la puerta, caminó hasta su cama, se coloco frente a ella y con sus grandes manos acarició su rostro, ella no dejaba de verle, estaba hechizada, como ausente, dejó que el tranquilamente le acariciara. Acercó sus labios a los de ella y le beso con ternura, ella cayó rendida entre sus brazos y se entregó al placer que sentía en ese momento. No sintió miedo, acercó su cuerpo para rozarle con sus pechos. Lo deseaba. Su entrepierna comenzó a inundarse, sus pezones se erguían retadores y su piel se erizó invitándolo a seguir. Él le introdujo la lengua en su pequeña boca haciendo más grande el placer que sentía. Su mano bajo lentamente hacia los pequeños y firmes pechos. Le tomo la blusa y la arranco de un tirón dejando al aire sus diminutos senos. Comenzó a jadear mientras la mano de él bajaba lentamente por su vientre acercándose audazmente a su monte de Venus. Bajó delicadamente su falda dejando al descubierto sus delgadas piernas y su pequeña pantaleta blanca que dejaba ver lo excitada que se encontraba la pequeña dama. Lentamente comenzó a recorrer su cuerpo, centímetro a centímetro saboreó desde el dulce néctar de sus labios hasta lo agridulce de sus flujos vaginales. Exploro los límites del cuerpo de aquella pequeña que se retorcía de placer en el piso. Le tomo de la cintura y la colocó frente a él. Era el momento indicado para penetrarle, libero su rígido miembro y lo coloco sobre los labios vaginales de ella, le miro fijamente mientras la sujetaba por las nalgas. De pronto de un empujón introdujo la mitad de su falo, ella comenzó a gemir del dolor, un pequeño hilo de sangre comenzó a brotar de su sexo, el le empujó nuevamente hasta estar totalmente dentro de ella, hizo una pausa para que ella se acostumbrara a aquella sensación. Ella estaba convertida en una madeja de sensaciones, gemía, el llanto se asomaba en sus ojos por el dolor pero disfrutaba de esa sensación, le miró y le susurro que no se detuviera. Le tomo las piernas y las coloco sobre sus hombros dejando así al descubierto su rosado sexo, comenzó a entrar y salir de forma frenética, de haber sido posible hubiera querido estar completamente metido en el cuerpo de ella. Ella gritaba, pedía que no se detuviera, le rogaba para que nunca parara y el vaivén se iba haciendo más salvaje, la sangre manchaba las sabanas. Él comenzó a gemir también, estaban a punto de venirse, bajo sus piernas y le giró rápidamente, la puso en cuatro y te tomo por detrás, la penetro salvajemente y ella simplemente se rindió ante los embates de aquel que le poseía, ambos se unieron en gritos obscenos mientras sus sexos chocaban ansiosos de placer y que pedían descanso. Ella comenzó a apretar las piernas mientras él le tomó por los hombros intentando estar lo más dentro posible de ella, en ese momento ambos dejaron de moverse y se quedaron rígidos, ella sintió como de pronto un liquido caliente le lleno el vientre, el sintió que el cuerpo le abandonó. De pronto todo había terminado, cayeron extasiados sobre la cama uno al lado del otro.

El sol se asomo por la ventana, ella le miró dormido y le despertó con un beso, rápidamente él se colocó la ropa y salió corriendo de la habitación sin mirarle. Unos minutos más tarde ella se dio un baño y se colocó la ropa, era hora de trabajar. Bajó a la cocina sintiéndose diferente, al llegar le miró sentado en la mesa del comedor esperando el desayuno, se acerco rápidamente y le sirvió los huevos rancheros y jugo de tomate que sabía que a él le encantaba, en ese momento la voz aguda la saco del letargo. –María yo voy a querer pan tostado y frutas con yogurt para desayunar con mi esposo-. María recordó lo sucedido y sonrió al tiempo que dijo –No tardo señora ahora le sirvo-.

Paco

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